En su mayoría las organizaciones, tanto
públicas como privadas, se han planteado la necesidad de elevar los niveles de
productividad y competitividad mediante la incorporación de las nuevas
tecnologías, para el avance de los procesos comunicacionales, siempre adaptadas
a las nuevas realidades; estas nuevas tecnologías le permitirían una mayor
versatilidad de las funciones gerenciales. Cabe destacar que a partir del
surgimiento de la tecnología se abrió un nuevo horizonte en el desarrollo
industrial y en la cultura de las organizaciones. Era necesario dirigirlas y
controlarlas dentro de sus propios sistemas; con el fin de garantizar la
calidad de sus bienes y servicios. Es por ello que el factor humano viene a
jugar un papel importante en el uso eficiente de las nuevas tecnologías, ya que
es capaz de vincular las actividades que le son propias, con todas las
funciones motoras de la organización, permitiendo una visión más integral del
negocio y una mayor contribución a la efectividad de la empresa.
En
este sentido, el conocimiento como base para la tecnología es al mismo tiempo
un mecanismo de interacción y de aislamiento. Sólo cuando el ser humano
experimenta la distancia de los demás, su desconexión comienza a ser percibida
como la falta de comunicación con el otro. No basta con incrementar los
conocimientos para ejercer una buena administración. Es necesario sentir que
ellos son pilares para especializar a las organizaciones y, a través de ellas,
cumplir con una misión social.
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